miércoles, 24 de abril de 2013

Diez grandes bandas de los noventa de las que no nos hablaron entonces.


Nuestra adolescencia y primera juventud conforman el periodo de la vida en que nos mostramos más porosos y vírgenes ante las sensaciones que nos asaltan. En el caso concreto de la música, esto conlleva crear un vínculo inmortal con todos los artistas y vivencias asociadas a su escucha.

Esa etapa, por edad, a mi me pilló en plena efervescencia de los años 90; esa década maldita de la que nadie recuerda nada bueno por su tendencia existencialista capaz de cuestionarse como ninguna qué hacemos aquí y para qué estamos; de hecho, suele omitirse precisamente al hacer ejercicios absurdos, yermos y autocomplacientes de nostalgia.

No se trata de ensalzar esta perspectiva como uno de esos ensayos de pura y dura nostalgia, sino de atestiguar una realidad contundente: nuestro corazón aún late en el presente motivado por estas emociones, lo que lo convierte en algo rabiosamente presente y vivo. Es esta la principal sustancia que embellece desde dentro nuestro transitar diario.

Smashing pumpkins (ver aquí emotiva entrada sobre su disco Mellon Collie and the infinite sadness), Pearl jam (ver aquí entrada sobre Ten, el disco de mi vida), Soundgarden, Radiohead...son innumerables los grupos de la época con la deuda impagable por mi parte por todo lo que me han conformado como ser humano, pero, por desgracia, otras muchos no han sido tan reconocidas ni apreciadas.

Hoy quiero homenajear a algunas bandas de las que no nos hablaron los medios tanto como hubiese sido necesario en aquellos tiempos en los que no existía internet, ni mucho menos todas las plataformas de las que ahora disfrutamos para acceder a un maravilloso microuniverso de joyas perdidas anhelantes por ser encontradas.

Kyuss. Actualmente, mucho melómano habla de las virtudes de estos coyotes desérticos, pero en los noventa el ninguneo que sufrieron fue la causa principal de su separación. Popes auténticos del sonido stoner, si bien los míticos Yawning Man pudieran considerarse los fundadores de este género, las múltiples ramificaciones en que su disolución se fragmentó nos ha dejado bandas inapelables como Queens of the Stone Age con Josh Homme o múltiples proyectos de John García como Unida o Hermano. Música para conducir no un coche, sino tu vida por las dunas que el camino te interponga con vibrante decisión.



Disco recomendado: Blues for the Red Sun.

Sunny Day Real Estate. Es triste pensar que la mayoría de menciones que la prensa hizo de los de Seattle fue para indicar el hecho de que Dave Grohl se apropió de su base rítmica de bajo y batería al poco de fundar Foo Fighters. Banda que desde siempre sufrió una inestabilidad interna causada por las tensiones espirituales entre sus distintos miembros, de ese ambiente enrarecido y con los sentimientos a flor de piel brotó parte de la música más bella y conmovedora que mis oídos podrán experimentar jamás. Cuando la palabra "emo" significaba emoción y no etiquetas de moda y estupidez estética vacua.



Disco recomendado: Diary

Candlebox. La banda más infravalorada del sonido grunge. Absurdamente comparados con Pearl Jam y acusados de falta de personalidad, estas consideraciones no se sostienen a poco que uno ahonde en su fantástica discografía. Herencia del mejor sonido setentero de bandas como Led Zeppelin con guitarras elaboradísimas, tintes sureños y unas canciones con un alma tremenda aportada en gran parte por la fenomenal voz de Kevin Martin, por increíble que parezca su legado continúa sin ser apreciado, aunque su empeño y valía para elaborar grandes obras dura hasta nuestros días.



Disco Recomendado: Happy Pills

Quicksand. Aún recuerdo el cassette de Slip que me dejó un amigo de la facultad al llegar a la universidad y del shock que me supuso descubrir temas como "Head to wall" o "Landmine spring". Peculiar banda de lo que por entonces comenzaba a ser el post-hardcore de sonido enrevesado, metálico y a la vez conmovedor, una mezcla del sonido Washington D.C. con Tool, por acotar algo su definición y que se acaban de reunir de nuevo. De allí surgieron proyectos que recientemente celebramos su reunión como Rival Schools o reclutamientos como el de Sergio Vega como bajista a Deftones tras la triste desaparición de Chi Cheng.



Disco Recomendado: Slip

Whiskeytown. Ryan Adams es considerado el enfant terrible del sonido americana actual. Poco se sabe sin embargo del talento que desde muy joven mostró al frente de su banda Whiskeytown; con ese sonido dulcificado, pero a la par auténtico e hipodérmico, influido por el legado de Uncle Tupelo, su reunión sin lugar a dudas sería uno de los regresos más esperados por mí. Hermosas canciones taciturnas para embriagarse de soledad fantasmagórica tras las pérdidas vitales de toda índole.



Disco recomendado: Stranger's Almanac

Seaweed. Otra vez me asaltan entrañables recuerdos de cuando se cambiaban cassettes musicales. Incluso hasta siendo cintas vírgenes TDK, como el caso en que un amigo me dejó Bug de Dinosaur Jr. y en su cara B, Weak de Seaweed. Realmente, yo quería escuchar el disco de Dinosaur Jr. y esta fue una de estas sorpresas en las que lo que había en la otra cara que no conocías terminaba gustándote más que lo que realmente querías escuchar en origen. Una banda adscrita tangencialmente al sonido Seattle que también antecedió el sonido hardcore melódico que unos años después coparía el mercado, pero sin duda la autenticidad, la energía y la intensidad de Seaweed eran millones de veces más estimulantes.



Disco recomendado. Weak

DGeneration. Decir que se trata de la banda más seminal de la década podría sonar exagerado y, sin embargo, no lo es. Antes de que Jess Malin perdiera pegada y se dedicara más a ser un cantautor afectado, lideró un combo con un sonido histérico y desatado que resultaba insultantemente real y peligroso. Fue otro gran amigo quien me introdujo en su carrera bastante más tarde de cuando incendiaban cada escenario que dejaban atrás tras sus exhibiciones de punk rock ejemplar.



Disco recomendado: No Lunch

Samiam. Milagroso que mitos del hardcore melódico continúen en activo. Y en una forma envidiable como demostró su album trips. A lo largo de los noventa labraron una trayectoria coherente y apasionada dentro de la escena con poca repercusión para aquellos que no se consideraran acólitos de su sonido. Foo Fighters sin ir más lejos se empollaron bastante bien su libro de estilo para llegar a convertirse en una stadium band, mientras los de Jason Beebout tendrán que conformarse siempre con escenarios pequeños que, eso sí, upan a Samiam al olimpo movidos por una devoción militante inquebrantable como tuve ocasión de comprobar una vez.



Disco recomendado: Clumsy

Seam. Una banda de indescriptible tristeza ahogada y sutil, formación maldita donde las haya que nunca tuvo un reconocimiento holgado a pesar de componer intensas tonadas dentro del slowcore, género prolífico en genios perdidos como los también angustiosos y letales en cuando a derrumbar las paredes del corazón Codeine y que merecieran igualmente ocupar este listado.



Disco recomendado: Are you driving me crazy?

Y hasta aquí este artículo. Sólo espero que os haya al menos descubierto alguna banda que no conocierais y las que ya hubieseis escuchado, las rescatéis del olvido. Siempre llena de orgullo estar en el lado donde afloran pequeñas conquistas cotidianas invisibles como las que este legado nos proporciona.



miércoles, 17 de abril de 2013

Tú y yo contra el mundo: diez romances disfuncionales de la historia del cine.


Si hay algo que me atrae por encima de todo en el cine, son las historias de amor nada convencionales. Del mismo modo que reniego de los romances al uso por aburridos, previsibles, almibarados y tontos, aquellas historias elaboradas con mimbres poco usuales y donde la pasión y la afinidad imposible ganan la partida, me embriagan con independencia de que su final sea trágico o triunfal.

La idea de formar con alguien a quien amas una alianza intransferible, vertiginosa e indisoluble -en la única perspectiva capaz que es la del instante- en oposición a un entorno incomprensible, huraño y decadente como lo es el mundo, es una sensación que me subyuga irremediablemente y continúa siendo la temática que más logra conmoverme delante de la pantalla: desde hace mucho tiempo es un concepto que defino como "Tú y yo contra el mundo".

En este artículo para el blog quisiera hacer un homenaje a algunos títulos que marcaron mi ser presentando relaciones curiosas llevadas por seres humanos, cada una a su manera, al límite de sus posibilidades pero que, irremediablemente, estaban destinados a encontrarse.

Esa predestinación que conlleva al encuentro, esa forma en que el amor se reencarna una y otra vez aún a expensas de saber que la erosión puede desembocar en el fracaso, es el leitmotiv de una película a la que quiero hacer mención especial antes de este repaso y que supone para el que escribe el significado más puro y hermoso del amor: Olvídate de mí (2004, Michel Gondry), el equivalente fílmico a la canción "Better Man" de Pearl Jam.

Por mucho que imaginemos otras vidas, por mucho que la rutina cada vez dibuje menos sorpresa y curiosidad, la naturaleza del amor llevaría a que, pese a terminar fracturado, si volviésemos a conocer a la persona que nos enamoró y cambió nuestra existencia, volveríamos a repetir el error que sin embargo es virtud: la virtud de dar sentido a la existencia.


El fantasma y la señora Muir (1947, Joseph L. Mankiewicz).


El arranque del film sitúa a una mujer que acaba de enviudar instalándose en una nueva casa junto al mar con su hija pequeña para lograr superar la muerte de su marido y comenzar con otra vida. En esa mansión habita el espíritu de un marinero fallecido que se le aparece en principio de forma hostil y poco a poco evidencia mayores signos de afinidad hasta que, súbitamente y debido a determinados acontecimientos, la aparición cesa de visitar a la protagonista.

Lo verdaderamente maravilloso es la forma en que se desarrolla el argumento, evitando la frontalidad simple de una relación fantasma-ser humano, sino que la enriquece a través de detalles que engrandecen la trama como la aparición de un hombre del que se enamora equivocadamente la actriz Gene Tierney o la emocionante plasmación del propio paso del tiempo inexorable hasta el fin de sus días en este mundo.

Inevitablemente, debo obviar aspectos de la trama para preservar la esencia de estas películas, pero sí apuntar que la maestría con que es llevada la película la hace evitar la obviedad y la previsibilidad.


Carta de una desconocida (1948, Max Ophüls).


La película se desarrolla a partir de una carta que le envía justo antes de morir una antigua amante a un prestigioso pianista austriaco a la cual él no recuerda, pero que dejó una huella imborrable en ella hasta el fin de sus días.

Siempre he llevado un poco mal en los grandes clásicos del cine que, pese a su impoluta factura, los guiones no llevaran hasta las últimas consecuencias sus posicionamientos. En este caso no es así. Una película de amor, o desamor mejor dicho, dura, cruel, sin ningún tipo de remilgo o licencia a favor de salvar el fracaso. Un fracaso que se palpa desde el inicio, sin ocultar sus cartas, frontal, valiente y sereno. Pocas veces la fatalidad afectiva ha dolido tanto y pocas veces alguna actriz como en este caso la maravillosa Joan Fontaine la ha llevado tan honorablemente.

Una cinta repleta de pequeños detalles hermosos, de guiños visuales mágicos, un clásico de esos que no envejecen porque en su crueldad y en su forma de exponer los roles resulta no sólo vigente, sino universal. No hablo de arquetipos hombre/mujer, pero sí que más que nunca salen a relucir las virtudes y flaquezas de cada género, tan necesitado y a la vez tan distinto el uno del otro. Inteligente, emocionante y eterna.


Tú y yo (1957, Leo McCarey).


Debo decir en primer lugar que no he visionado el original de 1.939 en blanco y negro dirigido también por Leo McCarey y que fue esta la película que me sedujo por primera vez en elevar la casualidad a esa dimensión casi mágica como lo hacen en otro ámbito las novelas de Paul Auster.

Otros hablarán aquí del posterior remake libre que fue Algo para recordar con Meg Ryan y Tom Hanks y los más indies se desvivirán por las epopeyas de Antes del amanecer y Antes del atardecer, pero yo, me lo van a permitir, me bajo en esta estación al corazón de Nueva York.

La cinta juega con ese fuego devastador que arde dentro de nosotros ante la atracción que surge de repente sin buscarla y que además duele especialmente si las personas que la viven tienen ya cada uno una relación solidificada. Una historia clásica que además todos los que nos consideremos seres vivientes y sensibles hemos experimentado para bien o para mal alguna vez. El gentleman por antonomasia Cary Grant y la elegante Deborah Kerr, comprometidos ambos previamente, nos transportan en su trompicada historia de amor imposible surgido a bordo de un transatlántico y que, si todo marcha según lo previsto, debiera concretarse meses después, si ambos aún se sienten fatalmente enamorados, en el Empire State Building.


Bonnie & Clyde (1967, Arthur Penn).


Un auténtico clásico llevado hasta el más puro final por esta pareja de delincuentes. La influencia que ha tenido sobre posteriores films es absolutamente evidente, y, en mi caso personal, engarza con un subgénero dentro de esta compilación como lo son las road movies que llevan detrás un romance en combustión. Posteriormente hablaré de otras dos dentro de las muchas que hay y otras dolorosamente dejo fuera como mi fetiche Corazón salvaje del genio David Lynch.

Con una imagen aparentemente amable y desenfadada, la cinta nos presenta una historia que narra un amor unido en la misión de favorecer a los necesitados y humillar a las autoridad con un telón de fondo que es la gran depresión norteamericana. Sus atractivos protagonistas, Warren Beatty y Faye Dunaway, no obstante tienen que lidiar con problemas en su relación que se insinúan inteligentemente y que aportan a la película cierta atmósfera enrarecida como la velada impotencia sexual del personaje masculino, entre divertida y grotesca.

Otro gran punto a favor es la manera en que la película no se amilana en ningún momento y concluye como sólo pueden hacerlo las bombas de relojería. Y hasta aquí puedo escribir.


Amor a quemarropa (1993, Tony Scott).


De nuevo una suerte de road movie con el acelerador de un amor trepidante, casual y que destila mucho hambre por querer al otro. Una de las influencias de las que hablaba anteriormente, si bien los motivos que llevan a la pareja a tomar la carretera es huir de su pasado.

Toda la parte inicial la tengo grabada a fuego en mi corazón y significa una de mis películas preferidas de primera juventud. Esa forma en que el raro, el solitario, el personaje ensimismado en su ridículo mundo para los ajenos que es Christian Slater encuentra el amor de su vida en Patricia Arquette aún me emociona como el primer día. Ella en principio no es más que una prostituta contratada para su cumpleaños por un amigo, pero de ese vínculo tan efímero y débil surge una pasión arrebatadora que les impulsa a inventar una nueva vida dejando ambos todo el lastre que les impide ser ellos mismos.

Un hito noventero con un guión trepidante de Quentin Tarantino, una banda sonora adorable y miles de momentos para la posteridad como la conversación en la cafetería, la salida del cine, la llegada a la tienda de cómics donde trabaja el protagonista, la escena en la azotea...y todo esto son sólo los primeros treinta minutos.

Asesinos Natos (1994, Oliver Stone).


Posiblemente entre mis películas favoritas de todos los tiempos. Un binomio magistral que aúna pasión desbordante entre una pareja de psicópatas asesinos en serie y una crítica bestial a los medios de comunicación y la cultura de la imagen. De nuevo, una road movie.

Dos personajes perdidos, maniáticos e incomprendidos que encuentran en su vínculo afectivo y en su única vocación posible, la de matar este mundo hostil, su razón de ser. Pero no es sólo una oda a la violencia: en su forma de decodificar la realidad hay lugar al amor, a encuentros con la esencia del mundo como el que tienen con el indio en el desierto o a criticar una sociedad que por entonces ya rendía culto a los medios de comunicación masivos -eso aún casi sin internet- capaz de crear ídolos a cualquier precio en pos de las audiencias.

Aunque el papel de Oliver Stone manipulando una historia de Tarantino haya sido criticado, bajo mi punto de vista consigue convertir su película en una anti-película para denunciar precisamente la bajeza moral, el culto a la imagen estrambótica y al morbo. Su función es destruir el producto final para crear un collage emocionante, incómodo, nervioso, trasgresor y con mucha alma.


My sassy girl (2001, Kwak Jae-young).


Detrás de una amable comedia romántica adolescente delirante con esa gracia y sentido estético tan cuidado y moderno en el mejor de los sentidos que ha adoptado la industria surcoreana en el cine, My sassy girl es otra película preciosa donde la casualidad vuelve a convertirse en el cénit de la historia.

Su tono desenfadado y su humor rebosante de espinillas va mutando a lo largo del film hasta recavar en detalles que juegan certeramente con la sensibilidad del espectador y dotan al metraje de guiños trascendentales y poéticos que terminan por armar un emotivo cuadro.

Basado en historias anónimas que un joven escribía en internet, nunca la pregunta amenazante "¿Quieres morir?" tuvo mayor carga afectiva. Una comedia juvenil para quien no le gusten las comedias juveniles. Hermosa y bizarra a la par.


Contra la pared (2004, Fatih Akin).


Una película henchida de emoción desbordante, de pasión, de fatalidad, de resignación, de invencibilidad y de intensidad. Me atrevería a decir que no he visto un retablo mayor de sensaciones distintas en el caleidoscopio del amor que en esta cinta.

De nuevo un amor que surge por casualidad y también por conveniencia entre dos personas al límite, en este caso dos suicidas frustrados, cada uno por sus propios infiernos, bien por los excesos en el caso de Birol Ünel, bien por las barreras de crecimiento personal que la tradición musulmana ha impuesto en ella, la hermosa Sibel Kekilli.

Una flamígera historia donde el amor juega a esconderse detrás del infortunio y de mil embustes más pero que logra reventar a través de su poder incorruptible. Cauterizador retrato de las caras del amor, de su evolución y transformación camaleónica que sólo exuda verdad y valentía.


La chica que saltaba a través del tiempo (2006, Mamoru Hosoda).


No podía faltar en este repaso una referencia de anime, género dotado de una capacidad absoluta para conmover a través de sus historias imaginativas y sencillas -o complejas- a la par. En este caso se trata de una cinta emotiva donde ciencia ficción, amor adolescente y fatalidad -o esperanza, según se mire- se mezclan a la perfección.

Una chica recibe repentinamente el don de poder retroceder en el tiempo y con ello modificar la realidad a su antojo reiterando situaciones, intentando cambiarlas, etc. El uso en apariencia inocente que hace de esta cualidad esconde un reverso perceptible a su debido tiempo.

Tras una historia inocente de relaciones de instituto se oculta una trágica historia que se desvelará en la segunda parte del film y que deslumbra por su intensidad y abnegación. Evidentemente, exige no ser desvelada y la vuelta de tuerca, ese cambio de registro es el que desarma y deja al espectador en un mar de lágrimas. Otra historia de amor imposible y cercano a la vez, como dos líneas paralelas que discurren casi juntas y nunca llegan a tocarse.

Doloroso me resulta, por cierto, dentro del género de anime dejar fuera de esta selección el maravilloso universo de Makoto Shinkai al que ya dediqué un monográfico. (Leer aquí).


Castaway on the moon (2009, Lee Hae-Joon).


Castaway on the moon es un revisión contemporánea de Robinson Crusoe que tiene como finalidad básica retratar las enfermedades modernas más extendidas: el aislamiento, la incomunicación y la soledad. Lo maravilloso es que la película aporta el único remedio posible a estos males infectos: los estímulos necesarios para crearse una realidad propia intransferible en la que sobrevivir a los sinsabores demoledores de una sociedad antropófaga.

El hecho de que el náufrago social, el excluido lo sea a tan sólo unos metros de su propio ecosistema -él- o fruto de un terror patológico extremo al mundo desde su interior -ella- dota a este cuento de una consistencia extrema y consigue transmitirnos una empatía limpia hacia los dos protagonistas, a la deriva tanto dentro como fuera del sistema.

La esperanza construida desde el desarraigo a través de un exuberante microuniverso hacia el sueño imposible de encontrar un igual en una vida repleta de desconocidos habituales.


Y hasta aquí este repaso a diversas postales que han inmortalizado el amor fuera de parámetros convencionales. Seguro que cada uno tiene la suyas propias; y lo fundamental: espero que todo el mundo las haya conseguido recrear en carne y hueso a su lado.


jueves, 11 de abril de 2013

La emoción y el videoclip: grabar vídeos, esa pulsión perdida en el tiempo.


Esta semana quiero rendir homenaje en mi blog a una práctica entrañable que por desgracia ha caído en desuso. Una vez que la tecnología y otras posibilidades de acceso a la música han hecho olvidar en la bruma de los tiempos algo que muchos hicimos y disfrutamos, grabar vídeos musicales, me resulta un ejercicio de nostalgia necesario rememorar esos momentos; en mi caso concreto y en el de otras tantas personas, el canal al que acudimos aquí en España fue Canal+, aunque luego las televisiones locales y hasta Antena 3 transmitiendo el European Top 20 semanal ofrecieron citas ineludibles.

Aún recuerdo cuando corría apresurado por la calle para llegar a tiempo a casa de insertar mi cinta de VHS en el vídeo y grabar el estreno de "What's the frequency, Kenneth?" de R.E.M. a la una de la tarde, porque la expectación era tal que hasta se anunciaba la fecha en que se estrenaban los vídeos musicales, algo inimaginable con internet hoy día, la nula expectación que supone al estar a un click de verlo en cualquier momento o filtrarse meses antes de existir publicado algo.

Hace veinte años no era así. Antes tenías que estar a una hora determinada delante de la televisión esperando qué vídeo iban a poner. Algunos por supuesto los echaban multitud de veces y no era difícil hacerte con ellos tarde o temprano. Otros, sin embargo, eran escasísimas las veces que podías verlos y son auténticas reliquias perdidas en memoria analógica recluida en cajas de cartón.

Esta recopilación de vídeos que he seleccionado no pretende ser en absoluto exótica: la mayoría de lectores habrán visto estos vídeos, pero son importantes para mi desde la perspectiva del impacto que me generaron y de la emoción que me transmitieron. Les acompañaré de una breve historia asociada. Coyunturalmente en su mayoría son de mitad de la década de los 90 al ser el momento en que exploté esta afición, pero el primero y sobre todo el último están fuera de ese periodo temporal como prólogo y epílogo.

Pet Shop Boys "Being Boring". Una preciosa canción del disco más introspectivo de Pet Shop Boys, Behaviour. Una bella postal en blanco y negro rememorando la nostalgia de las fiestas adolescentes locas de cuando "nunca estábamos aburridos, teníamos demasiado tiempo para conocernos a nosotros mismos".


Guns 'n Roses. "Estranged". Un babilónico despliegue del último gran exponente del hard rock, excesos por doquier en una epopeya acerca de sentirse incomprendido en un mundo hostil. Tan grandilocuente y poderosamente abrumador como sólo una banda con el carácter y la pegada de Guns 'n Roses podía permitirse.



Pearl Jam. "Jeremy". Una canción que narra el suicidio real en mitad de clase de un adolescente incomprendido que se voló la tapa de los sesos. Una muestra palpable de la intensidad a flor de piel de los primeros Pearl Jam con un Eddie Vedder fuera de control, el héroe al que nos asimos tantos como yo en la época.



R.E.M. "Everybody Hurts". No importa las veces que esta canción haya sonado, sigue conservando su capacidad de conmover como el primer día. Un sentido vídeo grabado en mitad de un atasco de tráfico, donde cada persona reflexiona internamente acerca de los demonios que acucian su vida como apreciamos en sus gestos y los subtítulos que representan sus pensamientos.



Depeche Mode. "Walking in my shoes". Sin duda una banda con una pasión desbordante en todo lo que tocan. Su cuidado por el videoclip no es una excepción. Este magnético vídeo de simbolismo y cromatismo hipnotizantes es el envoltorio perfecto para su canción más perturbadora e infernal.



Smashing Pumpkins. "Disarm". La intensidad y el dramatismo de una canción como "Disarm" increíblemente no perdieron fuelle en un vídeo elevado y doliente, con esos planos de tejados hirientes y la banda flotando ingrávida mientras que el desengaño producido al perder la niñez acuciaba a ras de suelo.



Suede. "The Wild Ones". Una oda inmortal al amor invencible y radiante cuando refulge de pasión, capaz de llevarse por delante todo. Lo que más me gusta del vídeo es Brett Anderson caminando envuelto en su abrigo por ese otoño crepuscular. Una de las canciones de mi vida.



Björk. "Joga". Me resulta casi imposible elegir un sólo vídeo de Björk, probablemente la artista con más cantidad de obras maestras en este sentido. "Joga" aúna ser una canción emocionantísima con la extraordinaria belleza que retrata el videoclip: una serie de fenómenos y parajes naturales convulsos, violentos y bellos que, al final, se desvelan como el propio interior que se aloja dentro de la islandesa a través del agujero que hay en su corazón. Otra joya de Michel Gondry.



Radiohead. "No Surprises". Radiohead nunca ha sido una banda acomodada y a partir de la culminación que supuso O.K. Computer, menos. Este vídeo agónico se representa por sí mismo, impactante y desgarrador. Inevitable en este caso acompañarlo a poder ser de su demoledora letra.



Epílogo. Sigur Rós. Glósoli. Hace muchos años que ya no grabo vídeos y que realmente ni siquiera me intereso por ellos. En la mayoría de casos no son más que acciones promocionales bastante obvias e incluso desfasadas. Pero a veces hay excepciones que te dejan petrificado, como para mí lo fue el encontrarme con este vídeo de Sigur Rós, sin lugar a dudas mi banda preferida de la última década. 

Es tremendamente difícil acompañar una música tan evocadora, cada uno construimos las imágenes que nos sugiera el corazón a través de su escucha, pero este viaje hacia la fatalidad que supone la pérdida de la inocencia, el transformarse o evolucionar en esta vida como único resorte de supervivencia a pesar de la renuncia que ello supone, está grabado a fuego en mi interior.



Y hasta aquí esta pequeña colección de acompañamientos visuales que de una forma u otra han complementado canciones hermosas. Sirva para rememorar los impulsos de primera juventud que nos llevaron a recopilar colecciones de videoclips caseras que probablemente hayan sido sepultadas para siempre. 

Hoy día todo resulta más accesible, menos la felicidad.


jueves, 4 de abril de 2013

Ese trauma llamado España: El cine y la dictadura española.


Vivimos tiempos convulsos en este país llamado España. La crisis económica, el desempleo, la corrupción política, la pobreza al alza, la desidia generalizada en todos los aspectos de la vida social...parece que el infortunio se hubiera asentado de forma rotunda en nuestros días, en los del pobre ciudadano anónimo.

Reflexionando sobre ello, consideré que era buen momento para enlazar ese desencanto generalizado que nos aflige con otra etapa triste y desalentadora de la reciente historia española. Me estoy refiriendo a los cuarenta años de dictadura que sufrió mi país. Una etapa en la que, como con todo régimen totalitario que se precie, se intentaba ensalzar el patriotismo, buscar siempre crear empleo como único burdo estandarte de progreso, cosificar a la mujer sin que fuera consciente y adoctrinar desde la escuela a los más pequeños.

Por supuesto que ante estos acontecimientos surgieron mentes y conciencias que lucharon frente a los abusos y manipulaciones, que desde su parcela abogaron por la denuncia de estos hechos y por la incapacidad de hacer uso de la libertad de expresión. En el caso del cine, un elemento de esencia propagandística unida al carácter lúdico, lógicamente también.


Frente a las películas aparentemente sólo "de risa" como las llamaban nuestros padres que, por desgracia, mucha gente a día de hoy aún consume y es incapaz de leer entre líneas la abominable defensa que hacen del machismo, la explotación obrera o la defensa de la familia como única unidad social respetable; esas que buscaban una evasión inconsciente mientras la gran bestia fascista solidificaba su edificio totalitario, surgió un conjunto de cineastas y obras capaces de una forma u otra eludir el primitivo y bruto escollo de la censura para denunciar la situación que vivía un país.

Hoy mi entrada es un homenaje a todos esos genios del cine que lucharon por ello sin escatimar ni su visión, ni la calidad cinematográfica intrínseca en su obra. Esto no pretende ser ningún artículo exhaustivo de análisis de filmografías, más bien una descripción de los males que acuciaban un país y las distintas perspectivas desde las que eran puestos en evidencia por cada autor.

Quizá convendría hablar en primer lugar del genio Luis Buñuel, gran artífice del verdadero surrealismo cinematográfico del que tantos directores contemporáneos han bebido, y no por ello, desligado de la dura realidad en que vivía la sociedad de su tiempo.

Antes incluso de la Guerra Civil y de su posterior exilio a México y Francia, Buñuel ya retrató varios de los males que acuciaban a España: por un lado la pobreza sin medida de algunas regiones expuesta crudamente en su cortometraje Las Hurdes, ese retablo de la España ahogada en su pasado agrario y su falta de oportunidades que, por desgracia, a día de hoy sigue cobrando vigencia. Un tema, el de la pobreza y la exclusión infantil, que desarrollará posteriormente en Los Olvidados ya en su etapa mexicana.


Otra constante de su cine es la crítica feroz a la institución eclesiástica sin ningún tipo de piedad -de él es la famosa frase "soy ateo, gracias a Dios"-.El director aragonés lo hizo bien desde una perspectiva extremamente ácida y lisérgica con una de mis grandes debilidades, La Edad de Oro; bien a través de dramas psicológicos  soberbiamente armados como El ángel exterminador -que también es mucho más, sobre todo la metáfora del encerramiento que sufre un país frente a un mundo que avanza, cambia y evoluciona- con ese plano final elocuente, o bien a través de desbarres atrevidos y rabiosamente modernos como Simón del desierto poseedor de uno de los finales más desarmantes jamás visto.

Resulta flagrante también el papel que sufrió la mujer en esta etapa como dije anteriormente, cosificada en pos de su rol sexual, su papel servil frente al marido y la agria idea inculcada de que lo que se denominaba "sus labores" era la forma en que debieran realizarse "como Dios manda". La mujer convertida en una posesión. Sin más. De eso tratan películas como Él de Buñuel y, para continuar avanzando, eso me lleva a centrarme en otro gran genio de la época Juan Antonio Bardem.

Recuerdo lo mucho que mi madre y mi tía, muy cinéfilas de la época, valoraban la película Calle Mayor. Ellas, que se criaron y tuvieron sus primeras salidas con chicos en una ciudad de provincias como Segovia es inevitable que se vieran identificadas con el retrato que hace de ese tipo de ciudad Bardem. Ya he mencionado anteriormente lo burda que resultaba la censura de la época: su limitada capacidad mental les impedía ver los afilados dardos con que esquivaban su mirada lerda los cineastas; en el caso de Calle Mayor tras un envoltorio de drama sentimental basado en la desventura, la tragedia del desengaño y de la burla en el amor, a las formas de Las noches de Cabiria de Fellini, se estaba denunciando el anquilosamiento provinciano de costumbre arcaica e inmovilista, ese que aún se manifiesta hoy por hoy como un mastodonte decimonónico en esos aseados paseos de domingo después de misa tomando el vermú.


Otras veces a través de géneros como el cine negro se montaban inteligentes ataques a la burguesía de la época y se mostraban los movimientos estudiantiles y la oposición a un régimen; este es el caso de la extraordinaria Muerte de un ciclista. En ella Bardem detrás de un argumento muy film-noir años 40 en torno a un fatal accidente, monta de nuevo un artefacto corrosivo contra las convenciones y la clase media asentada durante el Franquismo. Además, cuenta con otro recurso muy empleado para que los censores quedaran satisfechos en sus butacas: el castigo final. Ese "el que la hace, la paga" que tanto gustaba en la época. La película no duda en hacer uso de él para que la Medusa antropomorfa franquista no fijase sus ojos en otras tantas inteligentes puyas a celebrar.

El "buenismo" heredero del Neorrealismo Italiano y la fina ironía para retratar o denunciar hechos abominables, tienen en Luis García Berlanga su principal valedor. Bienvenido Mr. Marshall, Plácido o El Verdugo son buen ejemplo de ello. Pobres parias zozobrados y castigados por la coyuntura socio-económica de un país en cueros.


Por otro lado, si hubiera que hablar de un diestro empleo de la metáfora para mí lo encontramos en Carlos Saura, sobre todo a través de dos películas que aprecio mucho, La Caza y Ana y los lobos. La Caza desde una perspectiva formal quizá esté desfasada, algo que le ocurre a muchas obras (ver aquí reflexión al respecto), pero la manera en que retrata la persecución de aquellos contrarios a las ideas dominantes es magistral, el laberinto sin salida de un régimen totalitario y la plasmación del embrutecimiento masculino, de la figura del macho español. La figura del débil, la del bobo (todos aquellos que miraban para otro lado) y de llevar la razón "por cojones", representada en un film febril y malsano.

Ana y los Lobos, ya en los estertores de Franco, supone otro inteligente ejercicio para esquivar las fauces hambrientas de una censura corta de miras y torpe, convierte los supuestos castigos o guiños "españolistas" en torpedos a la cerrazón mental. Los estragos del atraso y del inmovilismo de un país tullido afloran y chocan de bruces contra el elemento foráneo -Ana, símbolo de la inteligencia, la gracilidad y la apetencia desacomplejada- en una película que retrata la España más negra y tremendista.


Cada minuto encierra una metáfora, una carencia distinta, una plegaria por un rumbo perdido del que aún por mucho que nos duela somos presas cuanto menos en su inercia. Y todo revienta en un final representación de la lobotomización de una nación donde los lobos dolorosamente humanos,devoran con fruición una presa con las dentelladas implacables del anquilosamiento y la intolerancia, pese a demostrar su moribundo estado interior, un estado del que aún hacen gala orgullosos a día de hoy los que aún campean por él.

Esa España Negra heredera de grandes obras en otro ámbitos como el literario de La Familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, cuanta para mí con dos obras posteriores a la dictadura trascendentales en dos campos bien distintos: una, Los Santos Inocentes de Mario Camus, con ese retrato brutal de la España latifundista de explotados, explotadores, complejos, engaños y cerrazón y otra el truculento triángulo amoroso de Amantes de Vicente Aranda, amarga historia basada en hechos reales donde los estereotipos típicos de aquella España que sangraba en silencio explotan de forma agónica. Tradición, bobería y trasgresión en un cócktail que te revienta en la cara, de truculencia fastuosa que debiera haber sido un episodio de la serie la Huella del Crimen -digna del Jarabo de Juan Antonio Bardem- y que al final dio para un largo.


Pero volviendo al uso de la metáfora y el simbolismo, enarbolada con una sutilidad extrema, debemos hablar del cine casi mágico de Víctor Erice, concretamente de El Espíritu de la colmena y El Sur, no propiamente realizadas en el fervor fascista, pero extremadamente necesarias. En ambas se habla de las consecuencias de la Guerra Civil a través de la vida en la posguerra; con maestría, eludiendo el tópico y creando un espacio de interacción con el espectador magistral. Se trata de cine maravilloso en el que el receptor se implica e interpreta, deshoja secretos y alusiones en un puzzle de discreta majestuosidad donde la perspectiva infantil para desenredar la realidad adquiere cotas que el adulto no imagina o desentraña.


Y hasta aquí este repaso no tan hondo en su viaje como los son las heridas producidas en el inconsciente colectivo a través de las calamitosas consecuencias que creó una etapa que para siempre será el lastre de nuestros pasos por mucho que nos duela.