jueves, 27 de diciembre de 2012

The Afghan Whigs: Black is the colour.


(Dedicado a todas las personas que quise, quiero y querré que aman a The Afghan Whigs).

Si existe una banda que ha retratado las aristas afiladas del amor desde todas las perspectivas posibles, esa es The Afghan Whigs. Hoy la rindo tributo.

Baste decir para presentarles que se trata de uno de los grupos de música más injustamente infravalorados de los no menos infravalorados 90's. Adscritos en sus inicios al embrión del universo grunge por su primitivo sonido pastoso, inmediato y sucio, no tardaron en evolucionar y convertirse en una de las formaciones más inmensas del planeta por mucho que la fama no les fuera reconocida. Ellos son los alquimistas que mejor supieron pervertir la música negra para hacerla rock o, si se prefiere, sublimar la electricidad seminal y convertirla en oro negro.

Cualquiera que se haya acercado a su mundo, ha quedado prendado del halo envolvente que transpira su música, esa sugestiva ceremonia mezcla de perversidad, derrota, deseo, lascivia y engaño, una auténtica misa negra con la que expiar los pecados o crear la escena adecuada para cometerlos; las dos caras de la misma moneda, la de la víctima hecha verdugo y viceversa: un juego de poder extraño, magnético y delirante como lo es la pasión y cada uno de sus efectos secundarios devastadores.

Con ellos nos hemos lamido las heridas o hemos afilado a la luz de la luna las cuchillas bajo su sofisticada atmósfera elegante y letal a la par. Un todo indisoluble, un artefacto enigmático que nos hipnotiza y hace reincidir en sus vicios y virtudes. Nos convierte en más humanos, imperfectos, vulnerables y nocivos.


Su cabeza visible, Greg Dulli, es -nunca mejor dicho- un gentleman lujurioso a la vez que frágil, pasado de vueltas a la par que quebradizo, un animal bello que convierte su sudor en icor de dioses. Acompañándole, un juego de figuras de poder imbatible: los tirones de guitarra que más se nos han clavado adentro de Rick McCollum y el oficio y presencia de un bajo de clase inconfundible, el de John Curley. Los distintos baterías, resto de instrumentistas y voces colaboradoras que han pasado por la formación a lo largo de los años son, cada uno a su forma, mimbres firmes sobre los que los exquisitos directos y trabajos de estudio de The Afghan Whigs alcanzaban la excelencia.

Con sus pasos iniciales a través de Big top Halloween (88) y Up in it (90) aún encontrábamos demasiada grava por licuar, apelmazamiento y rabia desbocada. Sin embargo, a partir del EP Uptown Avondale (92), la banda demuestra que una cosa es hacer versiones de artistas y otra apoderarse del espíritu de una canción que se ama y poseerla con fruición hasta hacerla tuya. Desde entonces será esta una faceta que cuidarán y dejarán para la posteridad auténticas maravillas: Prince, The Clash, TLC, Hole, Bob Dylan, New Order...da igual la naturaleza de la fuente: el pérfido genio demoníaco de Greg Dulli y sus acólitos la convertían en algo superior, intransferible, tan propio como el alma.

Congregation (92), con esa reveladora portada de una mujer negra desnuda protegiendo en sus brazos a un bebé blanco es ya la auténtica primera declaración de principios de su obra. Blanco y negro, contrarios hechos complementarios para amar,odiar, sufrir, mentir, crear y, en definitiva, vivir. Sus dardos más desnudos y sentidos se escondían al final: "Let me lie to you", "Tonight" y el rescate oculto de "Miles iz ded", forman una de sus concatenaciones más inmortales, si bien esto será por inverosímil que parezca superado en sus trabajos posteriores. Y es que no me tiembla el pulso para catalogar de obras maestras a Gentlemen (93), Black love (96) y su canto del cisne de calidad y gusto excelso, 1965 (98).

Gentlemen (93) es el disco más doliente, con el que el desengaño y el fracaso del amor más fuerte golpeó a Greg Dulli. Con una de las portadas más bellas que recuerdo: una niña y un niño inocentes jugando a ser mayores en un cuarto, con dos miradas que no se encuentran: la de ella apuntando a la víctima y la de él al futuro incierto, al terrible juego del aislamiento recíproco, de las espaldas silenciosas, de la bajada de bandera, de claudicar y rendirse ante la muerte del afecto.


La miseria con la que buscar calor en los brazos de un/una cualquiera de "Be sweet" tras ser abandonado, la incomunicación viajando en los corazones de los que comparten la misma cara mirando cada uno la orilla contraria al otro de "When we two parted", la prisión que supone no saber salir de una relación girando absurdamente sobre sí misma en "What jail is like" o "My Curse", el canto más desgarrador al fracaso amoroso, a los charcos de sangre y lágrimas en letal alquimia desintegradora donde Dulli deja la interpretación vocal a una escalofriante Marcy Mays, son tan sólo una muestra de los mordiscos devastadores que la escucha de Gentlemen proporciona. Es el canto de una víctima atropellada por el desamor y sus consecuencias.

Interpretación en Pinkpop del año 1994 de "Fountain and Fairfax". Las actuaciones de esa época eran desgarradísimas. 
Recomiendo, pese a su pobre calidad de visionado, el concierto de Reading de ese mismo año.

Y, claro, cuando la víctima alza su espíritu en otro mundo oscuro, demoníaco, sórdido y lleno de misterios y secretos, se reencarna en el peor asesino posible, en un despiadado ser capaz de condenar a la aflicción más descarnada a cada inocente que se cruce en su camino para institucionalizar la venganza más injusta y pérfida. Eso es Black Love (96): el auge del Áve Fénix aceptando que sólo convirtiéndose en aquello que uno odió antaño se puede restablecer el juguete roto en el que se quedó tras Gentlemen.

Ese "amor negro" se refleja en cada una de las vertientes del álbum, desde la musical a la emocional pasando por la gráfica. El viaje conceptual de un homicida desde que se deshace del cuerpo-y alma-, inicia un viaje en flashback bajo la mejor tradición film-noir a los episodios que le han llevado a cometer el asesinato.

La épica arrebatadora de "Crime scene part one", el puñetazo al rostro de "My enemy", el canto a la ausencia de la bellísima "Step into the light", el viaje de placer envenenado junto al socio del demonio hacia la traición irrefrenable de "Going to town", la mezcla desdoblada entre lo onírico y lo real de "Summer kiss" y, por encima de todo, el cierre colosal de "Faded" -canción que, tras componerla, hizo que Greg Dulli telefoneara a su madre y le dijese emocionado que "ya era un músico"-, son un conjunto de piezas con un aura misteriosa y letal. En ese puzzle la mentira y la felonía se justifican como armas de resurrección de los corazones para convertirlos en algo funesto: monstruos fagocitadores de vidas ajenas, succionadores de tuétano insaciables. Desprecio y savoir faire conformando, paradójicamente, al asesino por el que todos desearíamos ser desmembrados entre gritos y susurros.

Y llegamos a la sublimación máxima de la virtud hecha música con 1965 (98), de un gusto exquisito. Una historia de vampiros tras la mucha sangre drenada previamente, pero que siguen deleitándose tomando vino y escuchando a Marvin Gaye.

Con una elegancia sobrecogedora y la perfección hecha canción con The Royal Orleans Revue apoyando el culmen compositivo de The Afghan Whigs, "John the Baptist" -seguramente el tema que siempre anhelaron llegar a brindarnos-, o la clarividencia que les llevó a hacer canciones tan estimulantes en su compleja sencillez como "Uptown again" o "66", no es de extrañar que, pese a haber llegado tan lejos en perfección formal y devoción emocional, el hecho de no conseguir mayor cota de reconocimiento y éxito, a pesar de una crítica embriagada por ellos y una séquito de fans incorruptible y entregado, fuera el motivo, junto a la distancia geográfica entre los miembros, de la separación de una banda irrepetible.

Luego llegarían los sucedáneos con los discos de Twilight Singers de Greg Dulli, su disco en solitario Amber headlights (05), el proyecto junto a Mark Lanegan de The Gutter Twins o la inquietante propuesta de Rick McCollum a través de Moon Maan, pero esas son otras historias que no dejan un rastro de suculentas vísceras en hemorragia constante como The Afghan Whigs.

Intensísima interpretación de 1996 de "Faded" en RockPalast. Es difícil 
no emocionarse hasta las lágrimas ante semejante monumento lírico.


EPÍLOGO.

El año 2012 comenzaba con el anuncio por parte de la banda de reunirse para unos cuantos conciertos. Al ir transcurriendo el año, las citas fueron ampliándose con un éxito de convocatoria y demostraciones de forma inapelables.

En uno de esos shows, tuve la suerte de ver por fin a The Afghan Whigs, en Oporto (Portugal), el 9 de junio, junto a varias personas queridas. Ese fue uno de los conciertos de mi vida donde grité, salté y lloré en catarsis plena. Después, unas copas de vino de Oporto nos acompañaron sobre caminos rodeados de pinos bajo una inmensa luna llena.

martes, 18 de diciembre de 2012

2000-2009 una década de discos trascendentales en mi vida.


(Números uno anuales elegidos por mí para el programa de radio La Parada de los Monstruos).

Como sabéis año a año realizo una lista de mis discos preferidos en ese ejercicio. Supone una forma de mirar atrás y hacer inventario de la banda sonora que ha acompañado mis días durante ese periodo: el refugio antes sufrimientos, la exaltación de los placeres y, en definitiva, el testimonio de seguir viviendo. Esta es la recopilación de los discos fundamentales cada año de la pasada década; poco importa si actualmente suponen más o menos en mi vida, lo que trasciende es el valor coyuntural que les dí en ese momento y les convierte en parte inexcusable de mi ser.


2000. The Cure: Bloodflowers. Uno de sus trabajos más densos y mejor trabajado literariamente si esto es aún posible a esas alturas en una de las plumas que mejor sabe constatar la crónica del nacimiento, auge y desvanecimiento del amor: Robert Smith, el último ser que supo acoger el significado auténtico del termino "Romanticismo" en sus entrañas. Letanías arrastradas que van ahogando al oyente en la escucha bajo un magma de cieno mientras observa la desintegración de todo en lo que alguna vez creyó.



2001. Weezer. Green Album. Actualmente una banda dispersa, incontinente por momentos e incapaz de repetir la eficacia e inspiración certera para crear melodías y canciones con pegada directa e imbatible. Pero todo fue distinto en aquel lejano 2001 cuando Rivers Cuomo y los suyos regresaban a la palestra tras muchos años con un disco de duración ajustada lleno de himnos del mejor power pop con músculo que se recordaba, todo impregnado de ese deje melancólico vintage 50's que era la guinda a un trabajo donde no sobraba ni un segundo.



2002. Sigur Rós.( ). Este es el grupo que más me ha acompañado en los momentos más trascendentales de mi vida en los que he necesitado cauterizar los efectos de algún acontecimiento en mi persona. Su capacidad de evocación, fragilidad y ejemplo intangible del ideal de belleza nunca alcanzó una excelencia mayor para quien os escribe. Un disco que huía de las trabas del verbo, de las acotaciones de títulos, artworks o cuestiones externas para que uno mismo construyera a su manera el retablo hermoso y doliente de aquellos que no renuncian a sentir por encima de cualquier cosa. Inmortal.



2003. A Perfect Circle. 13Th Step. Una de las bandas más anheladas, con su segundo trabajo logró acrecentar el intrincado universo de emociones al que transporta su música. Como la más abrasadora muralla de hielo, se cernían sobre nosotros un conjunto de canciones que desde cierta distancia vaporosa e ingrávida lograban traspasarnos las entrañas derritiendo nuestra persona y drenando nuestra sangre sumidos en un escalofrío mudo.



2004. Chucho. Koniec. El disco más incomprendido de Chucho, el proyecto con el que más maravillas nos obsequió Fernando Alfaro rozando casi el legado de Surfin' Bichos. Un disco rasposo, incómodo, que suena desde su propio título a final, pero que no lo hace por la vía fácil ni autocompasiva, sino a través de un compendio de vivencias propias del universo canino en un trabajo que rebosa honestidad, desencanto y valentía para denunciar los varapalos que la existencia nos propina. El absoluto territorio yermo en youtube para encontrar material de calidad de este álbum, constata su malditismo injusto y facilón.



2005. Ryan Adams & The Cardinals. Cold Roses. Estas rosas frías que nos ofreció Ryan Adams fue el cénit creativo de un año donde llegó a publicar hasta tres discos de estudio. Sentidas tonadas del mejor rock de raíces norteamericano, siempre dulces, pero no empalagosas, con una capacidad para conmover realmente encomiable y desarmante, convertía cada canción en nuestra pequeña gran tragedia cotidiana en constante ajuste de cuentas con el espantapájaros deshilachado del desamor. Tragedias de habitación que calaban hondo.



2006. Standstill.VivaLaGuerra. Una de las bandas nacionales que más ha crecido exponencialmente lanzamiento a lanzamiento, conseguían por fin un lenguaje propio e intransferible en esta su obra más trascendental. Un retablo de pequeños combates cotidianos en los que la guerra particular de cada cual no es jamás dada por vencida y que, por encima de todas las cosas, nos une en esas pequeñas miserias y conquistas humanas que van copando nuestro transitar como migajas encima de una mesa hasta crear un esbozo siempre incompleto de lo que somos.



2007. Los Planetas. La leyenda del espacio. Los planetas comenzaron con este disco su inmersión en la tradición folklórica española, algo que ya habían hecho puntualmente con antelación. Contrariamente a lo que piensan algunos esto no les hizo perder carácter, todo lo contrario: sus canciones ganaron en complejidad, oscuridad y emotividad. Un trabajo de estudio reverencial hacia el flamenco que, adaptado a su libro de estilo, se convertía en un cuadro de letanías profundas, sentidas y estremecedoras.  Tradición, "quejío" y electricidad cauterizadora.



2008. Sigur Rós. Með suð í eyrum við spilum endalaust. Los islandeses conseguían con esta impronunciable obra su trabajo más heterogéneo. Nuevas vías expresivas más terrenales se mezclaban en perfecta armonía con sus ejercicios más etéreos, aquellos que nos permiten viajar a un mundo irreal donde refugiarnos de los sinsabores de aquel en que habitamos y no pocas veces nos lanza dentelladas sin compasión alguna. La constatación definitiva de que el talento de Sigur Rós, unido a su emotividad inalcanzable en cualquier otra banda, eran infalibles a pesar de humanizar sus cualidades divinas.




2009. Mono. Hymn to the immortal wind. Los japoneses Mono lograban con este disco la consagración absoluta del post-rock en alianza con la música clásica. Nunca nadie antes había integrado la ampulosidad de ambos estilos con tanta maestría y con un resultado tan sobrecogedor. Una obra de una melancolía ingente, un viaje al fondo del recuerdo, donde habitan los sentimientos más puros y olvidados, un peregrinaje hacia los restos del naufragio para, con la abnegación y el amor más invencibles, construir desde las cenizas la fortaleza más infranqueable que se haya erigido jamás a través de las vivencias inmortales de los corazones más a flor de piel.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Entrevista a Patterson Hood (Drive by truckers)



(Entrevista elaborada originariamente para la revista Muzikalia).

Hablar con Patterson Hood de cara a la salida de su nuevo trabajo en solitario, Heat lightning Rumbles in the distance, es la excusa para ahondar mucho más en el corazón y la cabeza de uno de los líderes de Drive By Truckers y, sobre todo, un alma sentida y lúcida. Este es el resultado de una elocuente y fluida charla junto a él.

Heat Lightning Rumbles In The Distance (12) tiene su origen en un libro que comenzaste a escribir a principios de los noventa y que finalmente abandonaste. ¿Cómo surge el hecho de recuperar ese trabajo y transformarlo en un disco?
En realidad viene de un libro que estaba escribiendo el año pasado que fue, a su vez, abandonado a principios de los años 90. Se basa libremente en mis experiencias en ese momento. Me encontraba deprimido profundamente. La historia se apoya en cómo había llegado a esa época de mi vida y la vuelta a la tortilla, pero por ahora el libro se ha cerrado indefinidamente. Ello generó un montón de canciones de las que estoy muy orgulloso. Algunas basadas en el libro y otras ajenas por completo. Estas canciones representan mi nuevo álbum.

El resultado final del disco, ¿difiere mucho del planteamiento que tenía el libro?
Cerca de 4 canciones están relacionadas con el libro. El resto están profundamente arraigadas a cómo es mi vida en estos momentos. El equilibrio entre la familia y la banda, el hogar contra la carretera, mucha nostalgia y la pérdida de un familiar querido. Es un disco muy personal. Probablemente el más personal de mi discografía.

Dices que su escritura corresponde a un periodo difícil de tu vida. ¿cómo ves con el paso del tiempo esos duros momentos y cómo ha transformado la distancia su conversión en canciones?
Componer canciones fue mi tabla de salvación, mi única salvación durante ese terrible espacio de mi vida. El libro era una especie de carta de amor y de agradecimiento al hecho de poder escribir canciones. Ese aspecto no es tan dominante en el disco, pero como te digo, tiene algunas de mis mejores canciones.

¿Qué diferencias existen entre Heat lightning rumbles in the distance y tus anteriores trabajos en solitario?
Fue escrito y concebido en un periodo de tiempo más corto que probablemente todo lo que he hecho. Escaso, y creo que musicalmente precioso. Sin duda suena a la música más bonita que he hecho nunca.

Has contado en su creación con artistas que admiras como Will Johnson, tu padre el bajista David Hood y tus compañeros de Drive By truckers. ¿Han sido colaboraciones que buscabas de antemano o han ido surgiendo?
Tenía una idea muy clara de cómo quería que sonase cada canción. Más específicamente de lo que he hecho nunca. Sabía exactamente a quién recurrir en busca de los sonidos que estaba buscando y buscaba gente que se entregara. Trabajar con mi padre es siempre un placer especial. Él es un músico increíble y un tío genial. No hemos tocado juntos lo suficiente. Echale una escucha a su discografía. Es increíble.

A la hora de componer una canción, ¿cómo sabes si será utilizada por ti o si la reservarás para Drive By truckers?
Ahora mismo estoy escribiendo para el próximo álbum de DBT, para cuando quiera que se concrete. Jamás me he propuesto de antemano escribir un álbum en solitario. Sucedieron por accidente, por lo menos hasta ahora. Killers and Stars (04) vino de componer canciones de las demos que estaba escribiendo en la primavera de 2001. La misma mezcla de canciones que generaron  el álbum de DBT Decoration Day (03). Había buenas canciones que no eran las adecuadas para la dirección que tomaba ese álbum y se convirtió en mi primer disco en solitario. Murdering Oscar (09) surgió de un grupo de canciones realmente viejas que precedió a DBT unos pocos años. Escribí un lote de otras nuevas para ir con las viejas y se convirtió en mi segundo disco en solitario. Esta vez, había esbozado unas cuantas canciones escritas a raíz de trabajar en ese libro. Iba en un viaje con mi familia e hice un playlist de mis nuevas canciones para escucharlas a lo largo del viaje. Esa lista casi se convirtió en el modelo para el álbum terminado. Casi la secuencia exacta. Sabía la primera vez que las escuché que se convertirían en un álbum y reservé el tiempo de estudio tan pronto como regresé. Escribí la última canción para el álbum, "After The Damage", en ese mismo viaje.

Estamos viviendo momentos muy duros a nivel mundial con graves problemas económicos, sociales, corrupción, etc. ¿Cómo influye eso en ti a la hora de ponerte a escribir canciones?
Me siento profundamente afectado por los problemas a los que nos enfrentamos desde la perspectiva de la cultura. Pasé tanto tiempo echo polvo, profundamente deprimido y viviendo una situación casi desesperada que nunca pensé que podría escapar de eso, así que no puedo dejar de simpatizar hacia las personas afectadas por este tipo de cosas. Mi cambio de suerte todavía me asombra desde la humildad.

Si te parece, vamos a hablar un poco de Drive by truckers, una banda que adoro. ¿Con la perspectiva del tiempo qué disco de Drive By Truckers es tu preferido y por qué?
Estoy orgulloso de mi banda y su legado. Estoy muy orgulloso de ello. Hemos publicado un montón de música y la mayor parte es bastante buena. Las canciones flojas o desganadas son la minoría. A veces nos gustó experimentar en direcciones que no funcionaron del todo y  fallamos un poco, pero no hay nada que me avergüence, que con más de 150 canciones por ahí es bastante bueno, creo. Con mucho gusto comparo nuestro peor álbum con cualquier peor álbum de otras badas. Nuestro peor álbum es mejor que la mierda de peor álbum de los Rolling Stones. (Carcajadas).
Mi favorito si tuviera que elegir uno, sería el Decoration Day (03). Hay algo muy especial en él. Brighter than creation´s dark (08) salió bastante estelar; estoy muy orgulloso de las actuaciones y el tramo que hicimos estilísticamente con Go-Go Boots (11). Creo que The Big To-Do (10) es probablemente nuestro disco más infravalorado. La gente no parecía conectar casi nada, pero me gusta mucho.

Un amigo mío comenta que Decoration Day le salvó de un momento realmente malo y es un disco extraordinariamente hermoso y oscuro. ¿Sirvió de catarsis su creación para los miembros de la banda?
Escribí esas canciones (las únicas que escribí) durante el segundo periodo más oscuro de mi vida (próximas al periodo del libro que abandoné, que fue incluso más mierdoso). Escribir esas canciones fue muy catártico, en efecto. En el momento en que grabamos el álbum, nuestras vidas habían cambiado drásticamente para bien. La grabación de ese disco fue mágica. Una etapa estupenda en el estudio. Muy creativa. Muy emocionante.

Quizá te resulte extraño, pero mi disco preferido de los Truckers es A Blessing and a Curse (06); canciones tan bellas como "A World of hurt" o "Space city" siempre me acompañan. ¿Es un disco del que no estás especialmente satisfecho?
Como ya te he dicho, estoy orgulloso de todos nuestros discos, pero este representa probablemente a lo que me refería cuando dije que tratamos de hacer cosas que no funcionaron del todo. Estábamos pasando por un mal momento como banda. Había un montón de malas energías en el estudio que nos impidió ser tan productivos como podríamos haber sido. Las dos canciones que mencionas son dos de mis canciones favoritas de nuestro repertorio. Estoy muy orgulloso de esas canciones, pero el disco tiene algunas de las que no estoy tan satisfecho. Estábamos intentando algo que no éramos muy capaces de alcanzar todavía. En muchos aspectos, considero que The Big To-Do es un intento de hacer las mismas cosas, pero mucho más cerca de la meta que buscamos.

Dentro de poco te veremos en directo por España junto a  Will Johnson y Craig Finn. Cuéntamos como serán esos directos.
Will y Craig son dos queridos amigos míos y yo soy un gran fan de sus bandas y canciones. Dos de mis artistas y compositores favoritos. Vamos a estar sentados juntos, haciendo turnos en escena... Va a ser increíble. No puedo esperar a hacerlo. ¡Nos vemos allí!

My Sweet Annette es una de las composiciones más bellas creadas por Hood para Drive By Truckers.

lunes, 3 de diciembre de 2012

El cine, el paso del tiempo y el desgaste del corazón.


El otro día reflexionaba acerca de la injusticia que supone para mí verme afectado por el anquilosamiento estético y formal con el que el paso del tiempo castiga la percepción y la apreciación justa de una determinada manifestación artística, y más concretamente, me ocurrió pensando en el cine.

Considero que el cine como arte eminentemente visual, por encima del valor indudable del guión y el desarrollo del metraje, se ve en gran medida afectado por las tendencias y las percepciones de una determinada época. De esta forma, creo que sólo un carácter y una personalidad únicas son la clave para trascender a los vaivenes cronológicos. En ese caso, no sé, se me ocurre mencionar a David Lynch o Francis Ford Coppola para atestiguarlo: Genios que se mantienen al margen de lo que impera y con universos infinitos que nos envuelven del todo inevitablemente al sumergirnos en ellos.


También ocurre en determinados géneros muy perfilados y con un universo intransferible tan magnético que, en sí mismos, logran una capacidad de traslación que consigue igualmente desenfocar nuestra atención sobre este importante escollo. Por encima de todos se me ocurre mencionar el cine negro de los años 40/50 y el cine expresionista alemán de los años 20.

Su marcado libro de estilo y atmósfera introducen sin esfuerzo al espectador a ver la película desde dentro. Así, El Gabinete del Dr. Caligari de Robert Wiene y Nosferatu de Murneau, o El Sueño eterno de Howard Hawks y La noche del cazador de Charles Laughton por poner dos ejemplos por género donde el impacto visual es indudable por encima de cualquier otra cosa, son películas inmortales no sólo ya desde el punto de vista del valor cinematográfico intrínseco, sino también por contar con la capacidad de no pasar los años sobre ellas y permanecer inalterables y con un ímpetu visual capaz de sobrevivir a modas, escuelas o tendencias.


Rememorando casos donde no pude sobrevivir al desfase, al acartonamiento, se me ocurren dos desde un punto de vista también sociológico/cultural. Evidentemente el cine, el arte en general, es testigo de las épocas en las que es realizado y en muchos casos no se me ocurre un mejor cronista para atestiguarlo de forma amena y enriquecedora a la par. En este caso lo que se queda "viejo" no es ya el valor formal, sino el interior de la película, sus propias entrañas que -y esto ya es un caso muy personal de cada uno-, con sus planteamientos serios, profundos y que llevan a cuestionarse diversos aspectos de la personalidad humana, no logran conmover o reclamar su justa valoración en el espectador.

Hablo de Vidas Rebeldes (John Huston) y De aquí a la eternidad (Fred Zinnemann). Dos consideradas obras maestras que disfruté, pero yo mismo analizándolo como ser sufriente del siglo XXI me daba a la vez cuenta de que aquellas denuncias de injusticias, cantos al amor inconclusos y conflictos existenciales, no se identificaban con los que el ser humano actual pudiera sufrir, o mejor dicho, con la MANERA en lo que lo hacemos hoy en día a pesar de ser planteamientos y vivencias universalmente humanas. Y, ojo, que como reitero es una perspectiva absolutamente personal y subjetiva, no pretendo sentar cátedra sobre ella, pero sí hacer hincapié en este hecho: el sentir que estás ante algo considerado prácticamente por unanimidad como construcción magna de talento y que, captando de forma meridiana los motivos que pudieran llevar a ello -esos mimbres sobre los que se montan sólidos y sin fisuras-, uno a la vez está negando con la cabeza momentos o situaciones en las antípodas de las personas de nuestros días. Y  esto es injusto, pero, evidentemente, humano y propio como el respirar.


Y, claro, pareciera que cuando elevamos estas manifestaciones sobre periodos, digamos "clásicos" del arte, los entendidos, los cuatro defensores de la pureza y la sabiduría, pusieran el grito en el cielo. Y eso es algo ridículo. El ejemplo claro lo tengo si miramos a la inversa:

Un defensor a ultranza de la década de los 90's como soy yo, no por haberlo elegido desde un punto de vista de investigación o por un ejercicio intelectual de búsqueda que sólo puede verse cumplido con los años, no: sino por ser los estímulos que recibí en muchos casos en el periodo de primera juventud donde más se expande y sorprende nuestra persona. Es por ello por lo que marcan mi forma de ser y de sentir, tanto en lo musical como en lo fílmico -aunque menos en este aspecto-.


El caso es que es una década, no digo ya poco reivindicada, sino prácticamente denostada. ¿Y por qué? porque esas mentes preclaras que ven el clasicismo como algo intocable, lo derriban aduciendo a la precisamente coyuntura cronológica que destruye el valor de las obras aparecidas en esa etapa. Y no negaré que también ocurre en muchos casos, pero no menos que en su irrebatible paraíso.

Desde esa perspectiva también me he encontrado con películas 90's, y vuelvo aquí a hablar del plano visual, donde su atmósfera me ha cautivado en el caso de haberlas disfrutado en la propia coyuntura temporal en que se estrenaron más o menos -y este es otro punto interesante a tener en cuenta- como, por ejemplo, El Cuervo (Alex Proyas) o Días Extraños (Kathryn Bigelow) y otras que, al haberlo hecho posteriormente, la espada de Damocles de Cronos se ha cebado sobre mi apreciación a pesar de ser retratos demoledores de personas solas y estropeadas en su mecanismo por los golpes de la vida como en el caso de Exótica (Atom Egoyan).


Concluyendo, considero que la invulnerabilidad del valor de las obras a través del paso del tiempo es una cuestión peliaguda y tan personal que carece de sentido el enjuiciamiento colectivo que diviniza o demoniza las mismas, debe ser la experiencia y el conocimiento de cada uno los que le permitan sacar conclusiones que, como siempre, ayuden a comprender un mundo cada vez más difícil de entender.