lunes, 26 de noviembre de 2012

Las joyas escondidas del Estudio Ghibli


Hoy me propongo recordar algunas de las películas menos revindicadas generalmente del fabuloso estudio de animación japonés Ghibli. Ya sabéis, aquel que cuenta con los maestros Hayao Miyazaki e Isao Takahata como principales cabezas. Quien más, quien menos habrá oído hablar de sus películas principales, y aquel que se declare fan, las habrá visto todas, una tras otra, con auténtico deleite.

En este artículo no toca hablar de maravillas como la ensoñación de Mi Vecino Totoro, esa obra maestra que con con espíritu infantil, simbólico y conmovedor rememora la experiencia de Miyazaki al sobreponerse a los infiernos que pasó debido a una grave tuberculosis que sufrió su madre siendo niño. Todo un emblema y una manera de sentir en sí misma, es difícil explicar de una forma digamos objetiva su esencia, muy destinada a corazones con una determinada percepción para desenredar las emociones.

Tampoco es tiempo de rememorar nuestro recuerdo adolescente con Manga Films y Porco Rosso, otra maravilla que transcurre tras la Primera Guerra Mundial, de una imaginación y maestría cinematográfica sobresalientes. Puro cine de carne y hueso hecho dibujo, donde un carismático cerdo demuestra ser más humano en todos los sentidos que cualquier persona. Magia.


Ni siquiera vamos a rendirnos de nuevo ante la espectacularidad de los sobrenaturales cantos ecológicos a la conservación de la naturaleza de las rotundas La Princesa Mononoke y, en cierta forma, su precursora Nausicaä del Valle del Viento (ver mi artículo sobre ella), o del despliegue de imaginación infinita de El Viaje de Chihiro, o de tantas que me dejo en el tintero...

No, hoy toca hablar de esas que no ocupan tanto espacio en comentarios y exaltaciones, pequeños destellos de lirismo epitelial que merecen ser recordados. Me he decantado por tres:

Empezaré hablando de Susurros del Corazón de Yoshifumi Kondo -guión de Miyazaki-. Metáfora conmovedora de encontrar la vocación y el amor por algo en esta vida que le de sentido. Fundamental resulta en ella la delicadeza con que retrata la superación de la adversidad y el lograr llegar a confiar en uno mismo y sus posibilidades. Si de mayor me dejó noqueado, no quiero ni imaginar lo necesaria y trascendental que pudiera resultar para el crecimiento personal de un niño o de un adolescente. Como curiosidad decir que aparece en ella Barón, personaje gatuno que se desarrolla más -en detrimento de su aura simbólica- en la ni por asomo tan trascendente y fundamental Haru en el reino de los gatos, entrañable entretenimiento naïf por otra parte.


El despertar amoroso entre los dos niños protagonistas no es el motor de la misma si algún despistado no ve más allá, sino el escuchar el interior de uno mismo y conseguir con ello dotar de sentido la existencia. Su escena final con ambos subiendo una bicicleta por una escarpada cuesta es de los más conmovedores que guardo en mi retina. Hermosísima.

Y continuo con Puedo escuchar el mar de Tomomi Mochizuki.  Mi película fetiche del estudio, mi pequeño tesoro oculto. Melancólico canto al amor adolescente, de instituto, escrita sin ninguna pretensión, sin sobresaltos, pautada con un ritmo sosegado embriagador, con la magia de la sencillez, de los pequeños grandes-detalles, como su hermosísima banda sonora, sus situaciones mundanas, su reflejo vehemente de una época de conflictos intrascendentes que suponían todo ante un corazón en el despertar de su florecimiento.


Sin la profundidad y trascendencia teñida de fatalismo del joven maestro Makoto Shinkai (lee mi homenaje si quieres saber más sobre él), el anime es un retrato indentificable de las zozobras sin rumbo afectivas, y vitales en general, de la primera juventud. Sutil e inolvidable, sus reiterados visionados se me hacen obligatorios como ejercicio de evocación que desemboca en un extraño y antitético bienestar nostálgico.

Y para terminar con una sonrisa, o mejor carcajada, mi aplauso para Mis vecinos los Yamada de Isao Takahata, una suerte de The Simpsons a la japonesa. Una sucesión de sketches animados con un estilo gráfico muy alejado del habitual en Ghibli que presentan situaciones del día a día en una familia nipona al uso.


Quizá a nuestros ojos en no pocos casos parezcan desbarrantes y extrañas - no olvidemos que no deja de ser como en todos los casos, pero más marcado aquí, la visión sociológica y cultural de un entorno alejado al occidental-. Para mi fue el complemento perfecto en tono humorístico y desprejuiciado a la lectura del estudio antropológico El Crisantemo y la espada de Ruth Benedict para conocer los más íntimos recovecos de la unidad familiar en el país del sol naciente.

Y hasta aquí este recordatorio de diminutos tarros de las esencias más embriagadoras. No dejéis de apreciar su riqueza sensorial purificadora, lo agradeceréis seguro.



martes, 20 de noviembre de 2012

Mad Men: El detritus se viste de corbata.



Tras eliminar el cerrojazo auto-impuesto a las series de televisión durante años, han sido bastantes las que me han volado la cabeza en los últimos tiempos: Breaking Bad, Dexter, Black Mirror, The Walking Dead, American Horror History...y, sobre todo, a la que rindo especial homenaje en esta entrada: Mad Men.

Reconozco que me costó unirme al carrusel de series que copan la oferta actual. Eran muchas las voces y opiniones que hablaban maravillas de ellas y, no sé, quizá por el ya de por sí ajustado tiempo del que disponemos no me decidía a decantarme por ninguna.

Qué duda cabe que la forma en que se dilatan temporada a temporada crearían una dependencia e inversión de existencia que sin duda debiera estar a la altura de lo que éstas fueran capaces de aportarme. Y, demonios, vaya si lo merece.

Los grandes guionistas, directores  y elenco de actores campean por ellas actualmente. Es más, es de tal forma así que, si comparo lo que me han enriquecido algunas en comparación a lo que lo ha hecho el cine de estreno en los tres o cuatro últimos años, desde luego concluiría que el séptimo arte no pasa precisamente por sus mejores horas al estar volcado el talento por el lado del serial.

Tradicionalmente, en mi pedestal siempre estuvieron Twin Peaks y A dos metros bajo tierra, dos series que me habían conmovido, cada una a su forma. La primera como cenit de la fascinación visual, obsesiva, onírica y mágica del universo Lynch y la segunda desde la perspectiva de mostrar magistralmente la fragilidad de la vida, sus decepciones y sus transformaciones desde una visión ácida y conmovedora a la par.


Y ahora en este Olimpo reducido irrumpe Mad Men. Por si alguien no lo sabe, la serie se sitúa en la Nueva York de los años 60's, en plena hegemonía del negocio publicitario, en el corazón de Madison Avenue, cuna de grandes y emergentes agencias de publicidad que se disputaban potentes anunciantes en un periodo de bonanza consumista.

Es habitual oír hablar acerca de las virtudes de Mad Men desde la perspectiva de lo bien que se encuentra recreada esa época histórica a la que se refiere, retrotrayéndonos sin problema a esos días y situaciones; o de la elegancia estética que destila su estilo, cuidando cada detalle, cada guiño capaz de ser apreciado sensorialmente hasta convertirla en una serie trufada de fetiches (trajes, peinados, copas de diseño, cigarrillos, coches, fiestas, canciones...); así es la propia publicidad: un mundo fetichista donde la distinción y el valor añadido aportan cualidades superlativas que erotizan nuestra mente hasta anhelar poseer un determinado objeto de deseo.


El contexto cronológico de acontecimientos históricos que de forma tangencial afectan a la trama están también muy bien perfilados en un periodo convulsionado por la lucha entre la vanguardia artística y el hippismo frente al conservadurismo. Destacar la crónica que sobre las distintas conquistas sociales hace gala Mad Men: la consecución de derechos para la población negra, la aceptación homosexual o la posición de la mujer en el entorno laboral, en el desarrollo de su independencia y, en definitiva, en su lucha por alcanzar un status quo en un mundo predominantemente machista.


El guión cumple un papel importante, sobre todo en el desarrollo inicial de la serie, pero la propia trama en sí misma que en casos como Breaking Bad adquiere la etiqueta de magistral, no es tan importante en última instancia en el devenir de Mad Men y más bien es un drama de situación, donde los personajes adquieren un poder simbólico extraordinario y cada uno perfila hasta la extenuación virtudes, defectos, carencias y deseos.

Por otro lado, como licenciado en la materia y persona que ha trabajado años en la profesión, me resulta divertido e irritante -por los sinsabores que ello crea en ocasiones- la plasmación de todo el entramado publicitario, las relaciones con clientes, medios, las defensas de estrategias o conceptos ante anunciantes, los rechazos despectivos a las ideas que tanto ha costado construir o los vivificantes momentos de exuberante creatividad que fluye de nosotros convirtiéndonos coyunturalmente en seres invencibles por absurdo que parezca.


En mi experiencia personal como redactor en el mundo de la publicidad, he vivido momentos patéticos como cuando mi director de agencia llegó borracho a la oficina para despedir a un compañero al no tener valor a hacerlo sin estarlo y encima nos lo contó después; cómo afamados médicos de una compañía de hospitales anunciante llegaban a altas horas de la tarde para encerrarse con mi jefe en el despacho con una botella de whiskey por medio mientras los demás nos íbamos a casa, esa cárcel a la que ellos no quisieran regresar y ahogaran torpemente en alcohol; ver llegar fastuosas cantidades de comida encargadas para "compensarnos" esas horas extra en las que no podíamos ir ni a comer para que el trabajo saliera para la presentación de las 18.00h -sin remunerar, claro, "aquí se sabe cuándo se entra, pero no cuándo se sale"-; o cómo debiera defender estrategias o ideas creativas que ni siquiera eran mías al haber sido contratadas a un externo - sin saberlo el cliente, obviamente- y decirme con gesto adusto a la cara éste que no había entendido nada del briefing quedando ante sus ojos como un inepto por un trabajo malo que debiera fingir haber hecho yo y entonar humillado, además, el mea culpa.


En fin, imborrables miserias varias que ahora disfruto con una sonrisa entre la melancolía y el sarcasmo sentado en un sofá al ver los diferentes episodios y observar retratadas tantas circunstancias similares.

Hasta aquí el plano formal, "impecable", pero quisiera hacer especial mención al trasfondo de todo esto: el plano "implacable". Me sorprende no pocas veces cuando hablo sobre Mad Men con personas como obvian todo el trasunto subterráneo que late en la serie de forma perniciosa y expuesta: la insatisfacción personal y la terrible soledad del éxito, items tan capaces de hacer tambalear al espectador que entiendo que el espejo ante el que muchos y muchas se encuentran les haga mirar para otro lado evitando su imagen.

Pues tranquilos, que aquí estoy yo para sujetaros bien fuerte los párpados y separarlos de vuestros ojos cerrados a la fuerza.

Lo primero que llama la atención es la hipocresía que campea a sus anchas en las relaciones laborales. Una hipocresía ocultada por palmadas en la espalda ajena y cuchillos escondidos tras la nuestra. A esto añadamos la envidia corrosiva, el ansia por derribar al adversario, por conseguir una pequeña victoria profesional que ahogue las terribles derrotas que en el plano personal copan la vida.

Vidas de cara a la galería: naturalezas muertas de bonita esposa jarrón, bebé, piso y coche ejemplares que exponer ante los semejantes, mientras se desea al resto de mujeres, que el bebé crezca y nos deje en paz, vivir de alquiler en un picadero y llevar a todas en un Jaguar.


Y, por supuesto, la humillación del empleado, la exhibición grotesca del dedo índice superior señalando tu error o, peor aún, haciéndote partícipe de aquel que no fue el tuyo, carrusel implacable sin ningún reparo de desprecio bajo ventanales diáfanos.

Y como ente antropófago reinante está omnipotentemente retratada la dictadura de la entrepierna, auténtico motor del mundo. Resulta doliente y real la forma en que el sexo es reflejado en todas su vertientes: desde la de la desintegración del deseo, desde la del engaño, desde la del peligro, desde la de la transacción comercial...,es decir, desde todas aquellas alejadas de la primigenia naturaleza revitalizante y sin efectos secundarios.

Porque el placer lleva implícito el dolor y todos lo sabemos; y el buscar es el motor de nuestras vidas, y no el encontrar, antesala del perder; y porque todo cansa, paradójicamente sobre todo aquello que utilizamos para descansar del cansancio, y porque lo eterno se resquebraja y porque el precio a pagar por encontrar una salida te consumirá aún más, te hará sentir más despreciable mientras luces la sonrisa del éxito ante los demás si tu situación te lo permite.


La miseria existencial nunca ha sido retratada con tanto vigor y decadencia impoluta. Tanta beautiful people herida de muerte, remendada con mil paraísos artificiales para escapar de todo menos de lo que fundamentalmente se busca: hacerlo de uno mismo.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Star Wars. ¿Existe un orden ideal para ver la saga?


Advertencia:
Este es un artículo hecho por un fan para fans de Star Wars. No recomendable para "haters" integristas de la nueva trilogía que no hayan dado oportunidades suficientes a las películas o no las recuerden en absoluto, ni tampoco para quienes no hayan visto las películas y quieran hacerlo -alguien habrá en la galaxia- pues contiene diversos spoilers fatales que desvelan hechos fundamentales de la trama.

Advertir, igualmente, que este no es ningún artículo minucioso o enciclopédico hecho por los frikis del universo Star Wars que conocen hasta el modelo de calzoncillos del almirante Ackbar y su peso en miligramos el día que no se ha puesto muda limpia.


Cada año desde su aparición en versión extendida en DVD, recordamos en casa la trilogía de El señor de los Anillos. Un viaje de unas doce horas que este año, tras un número considerable de veces, decidimos cambiar por otro igual de fascinante al universo Star Wars.

Fue un tour de force de seis películas seguidas que mucho seguidor habrá hecho en algún momento. En nosotros surgió la duda de si el visionado debiera obedecer al orden cronológico de los acontecimientos o bien al orden en que aparecieron las películas.

Consideramos decantarnos por la primera opción al conocerlas, si bien llegamos a la conclusión de que todo neófito debiera hacerlo en el orden del estreno de las películas más que nada para incrementar crescendos como la confesión de Darth Vader como padre a su hijo Luke en El Imperio Contraataca, darle más juego a los flirteos amorosos iniciales entre dos aguas de Leia con Han Solo y Luke Skywalker o el descubrimiento por parte de los Jedis supervivientes a Luke Skywalker de la existencia de una hermana suya, la propia Leia.


Fascinantes teorías como la de que mecanizar el cuerpo de un Jedi le va acercando al Lado Oscuro logran mantenerse en ambas trilogías: Luke Skywalker pierde la mano al final de El Imperio Contraataca en su enfrentamiento con Vader y le es transplantada una artificial, y de igual forma, en el Episodio II Anakin directamente pierde un brazo en su enfrentamiento junto a Obi-Wan y Yoda contra el Conde Dooku.


Otra teoría que sin embargo se mantiene sólo en la antigua trilogía y que por desgracia se pierde con la nueva -tengo en preparación otra entrada con los 10 peores momentos de la saga- es la teoría del color de los sables láser: en origen, el sable azul es el Jedi y el sable rojo el sable Sith. Todo ello conlleva a la inquietud de El Retorno del Jedi con la irrupción de Luke con un nuevo sable verde.


Esto debiera ser considerado como un paso intermedio entre el Jedi y el Sith, un momento de debate entre la luz y la oscuridad, apoyado magistralmente en la fustigación mental de Luke tras la confesión de su padre, el uniforme impolutamente negro con que se presenta en la corte de Jabba el Hutt y cómo no, el propio rostro que había adquirido Mark Hamill tras su accidente.

Lógicamente con el momento primavera en El Corte Inglés que se saca de la manga el señor Lucas en el Episodio II con la batalla de los Jedi en Geonosis, todo este constructo se pierde. Yoda aparece con un sable verde y desde luego poco podemos dudar de la fe en la Fuerza de este Maestro. Mace Windu aparece con un sable fucsia, y por allí campean hasta sables amarillos, en fin, toda una fascinante teoría cromática ingenua hecha pedazos. Como digo, ya castigaré, desde mi lado benevolente y entregado obviamente, estos errores en un futuro artículo.


También es cierto que todo esto puede considerarse de forma contraria, y deleitarse linealmente con la saga, pero pienso que sin los suficientes visionados no es apropiado. Son muchos los pequeños detalles que, sin embargo, sí se consiguen apreciar conociendo de antemano los acontecimientos, aportan información curiosa y rica que en cierta forma engrandece las ideas de George Lucas tanto iniciales como las últimas no hilvanadas con tanta genialidad por desgracia.

Son pequeños apuntes sutiles sobre todo por el camino de redención poderosísimo de Anakin Skywalker en la segunda trilogía, apreciable ya en pequeñas dosis desde el Episodio IV o detalles como en el que en el mismo episodio nos produce gracia y comprendemos a la perfección tras la nueva trilogía. Me refiero a la huida despavorida de varios guerreros Tusken tras dejar sin conocimiento a Luke en el desierto de Tattoine con tan sólo la llegada lejana de los andares de un Jedi como Obi Wan. Obviamente, eso se debe al literal exterminio de moradores de las arenas que comete en El ataque de los clones Anakin Skywalker tras haber sido los causantes de la muerte de su madre -mejor momento del film posiblemente-.


Otros a tener en cuenta es el reseteo de memoria de C3-PO al final del Episodio III -y no de R2-D2, por lo que él recordaría todos los acontecimientos de la primera trilogía en la segunda y sería el auténtico cronista subterráneo de la saga desde su aparición en Naboo-. El reseteo de C3-PO conlleva que no pudiera recordar a Obi-Wan, el reparto de gemelos entre Tattoine y Aldearaan, el hecho de que Anakin fuera su creador, etc.


También al final del fabuloso Episodio III se justifica el aprendizaje de volver desde el mundo de los muertos de Obi-Wan al indicarle Yoda que será una técnica que le enseñará durante su exilio en Tattoine el propio Qui-Gon Jinn. En última instancia, eso justifica el propio "suicidio" que Obi-Wan se auto-provoca en parte en el combate de sable láser con Darth Vader en el Episodio IV, tanto para cerrar el círculo y permitir que la profecía del equilibrio de La Fuerza se cumpla como por el propio hecho de que, a pesar de morir, su posibilidad de trasladarse desde el otro mundo, le permitirá un enlace definitivo con el por entonces Jedi en potencia Luke y moldear su destino.


Ver de esta forma la trilogía también permite entender, o mejor dicho, justificar los andares pesados y grotescos de Darth Vader: el estado en que queda prácticamente su mortaja en Mustafar tras el trepidante combate con Obi-Wan le deja sin piernas y sin su restante brazo humano, por lo que todos los miembros de Darth Vader están mecanizados y le hacen andar de forma pesada y torpe tras su reconstrucción.


Interesante resulta también este visionado para apreciar el desarrollo tecnológico y de diseño que las flotas de naves adquieren con el tiempo al igual que los engendros mecánicos. En El ataque de los clones ya observamos campear precursores primitivos de los ATT-Walkers y en La venganza de los Sith, los propios Anakin y Obi-Wan acuden al rescate-señuelo del Canciller en dos proto Tie-fighters y se aprecian también las naves antecesoras del X-wing surgidas durante las Guerras Clon.


Hay que reconocer que es mérito de Lucas el lograr con mucha más tecnología y medios digitales e informáticos el esfuerzo por intentar que los nuevos diseños mecanizados parezcan más antiguos al ser anteriores en el tiempo que los de la entrañables maquetas de la primera trilogía y a mi juicio lo consigue.

Un pequeño detalle que me hace mucha gracia también es la escena en la que Yoda, tras la masacre emprendida por Darth Sidious, va en su busca para arreglar en un enfrentamiento personal el entuerto. En ella se topa con dos guardias reales del emperador; ya sabéis, esos solemnes caballeros carmesíes todo fachada en las películas.


Pues bien, si en el Retorno del Jedi tan sólo inquietaban con su apariencia, pero en ningún momento les vimos hacer uso de sus, en teoría, letales habilidades, en el Episodio III es divertidísimo e irónico como, al encontrarse ante una pareja de ellos el Gran Maestro Jedi, lejos de ofrecernos un combate mínimamente excitante o por fin el potencial de dicha guardia, nada más aparecer Yoda por el quicio de la compuerta, se derrumban como auténticos bolos con un sólo ademán de La Fuerza por parte del Maestro. Guiño sutil pleno de escarnio.

Ver de forma lineal los films permite apreciar como es un clásico por parte de los Sith conspirar constantemente al adquirir cierta hegemonía para oponerse a quienes les habían otorgado su confianza en el mal.

Así, el Conde Dooku, pese a estar confabulado con Palpatine en la compleja trama de creación del Imperio Galáctico, ofrece al Obi-Wan cautivo la posibilidad de aliarse con él y dominar la galaxia en el Episodio II. En el Episodio III es el propio Anakin, convertido ya en sith, quien se lo propone a la mismísima Padmé poco antes de intentar matarla fruto de la impotencia.


En ese momento ya apreciamos el propio arrepentimiento paulatino que sufre Anakin desde que entrega su sabiduría y poder a la Orden Sith, desde que participa en la muerte de Mace Windu a manos del Emperador o incluso antes.

Por ello, cuando ya embutido en su traje mecánico Darth Vader ofrece a su hijo Luke conquistar juntos la galaxia en El Imperio Contraataca, no es la primera vez que nos encontramos ante juegos de confabulación entre las propias huestes del Lado Oscuro.


También ayuda a entender la ayuda que presta como cazarrecompensas Bobba Fett al Imperio para cazar a los rebeldes en Bespin, aparte de su propia naturaleza como tal y el hecho de conseguir a Han Solo para Jabba el Hutt, el hecho de la muerte que a manos de los jedi, concretamente de Mace Windu, sufre su padre Jango en la batalla de Geonosis.


Para encajar correctamente el paso del tiempo y la concordancia argumental, Boba Fett fue un clon más creado a partir de su padre, pero que, a diferencia del resto que componen el ejercito clon desarrollado en Kamino, no contaba con un crecimiento acelerado por lo que concuerda perfectamente en la línea temporal de los hechos su existencia niño-adulto en el desarrollo de la saga.

Por último, no quiero pasar por el alto la necesidad o no de ver la trilogía inicial con las escenas añadidas o cambiadas que realizó Lucas hace unos años. Particularmente, salvo las mejoras de efectos y los añadidos en el planeta helado de Hoth de El Imperio Contraataca, no soy especialmente fan.


Por un lado, la aparición de Jabba el Hutt en el Episodio IV discutiendo con Han Solo sobre las deudas que este atesora con él la veo bastante prescindible, más que nada por la baja autoridad que demuestra el gusano, estando prácticamente toreado por Solo cuando hablan uno junto al otro y con una sumisión absoluta, aparte de una cara pánfila a años luz de la que exhibía originariamente.


Es maravillosa la estampa imponente que por contra demuestra apoltronado en su sede en El Retorno del Jedi y toda esa solemnidad y temor se evaporan considerablemente con este Jabba digital que adelanta Una Nueva Esperanza en su versión maquillada. No olvidemos que en las escenas originales que hubieran formado parte de la película en 1.977 Jabba tenía una apariencia humana y no como inmunda babosa gigante con la que irrumpió en el Episodio VI posteriormente. Igualmente innecesarias e irritantes resultan las modificaciones en el número musical del templo de Jabba anterior a la muerte de su primera esclava con la inclusión de nuevas animaciones y personajes que, lejos de resultar inquietantes y turbios, parecen teleñecos infantiles.

Otro añadido irritante consiste en la absurda justificación moral que se saca de la manga Lucas para determinar por qué Han Solo se carga al cazarrecompensas Greedo que va a buscarle para obtener premio por su cabeza a la Cantina de Mos Eisley.


Ya sabéis, esa escena tensa sentados en la mesa uno frente a otro en la que Greedo apunta con una pistola a Solo y éste, por debajo de la mesa, desenfunda a su vez la suya y le deja achicharrado de un disparo. Pues bien, en la escena original, el piloto del Halcón Milenario maniobraba con su arma y como digo, le dejaba seco de un tiro bajuno. Para justificar posteriormente esa acción en las ediciones remozadas de la trilogía, se añadió un disparo previo del cazarrecompensas que Han esquivaba para después disparar en defensa propia. Es algo bastante sutil, pero la moralina sinsentido para dar ejemplo es realmente recalcitrante e innecesaria.

Y otra polémica considerable es la del plano final de la saga en la Luna de Endor en la fiesta Ewok. Me refiero a la instantánea de todos los jedi desaparecidos con su aura espiritual azul. En la nueva edición remozada de las 3 películas originales, desaparecía la figura de David Prowse, el antiguo actor que interpretaba a Darth Vader, siendo sustituida por la del joven Anakin interpretada por Hayden Christansen.


Esto es una incongruencia absoluta, ya que los que justifiquen que debe ser el Anakin joven anterior a convertirse en Lord Darth Vader el que debe aparecer junto al resto de jedis olvidan lo fundamental: para ver cumplida la profecía y devolver el equilibrio a La Fuerza es el propio Darth Vader quien lo consigue a través del asesinato del Emperador y la redención ante su hijo posterior en uno de los lances más extraordinariamente épicos y emocionantes del universo Star Wars. Por tanto, jamás debiera haberse producido dicho cambio.

En resumen, no me atrevo a recomendar o determinar la ordenación definitiva para disfrutar de la saga Star Wars salvo por los criterios de conocimiento/desconocimiento de los acontecimientos que narran sus películas. Sólo espero que habiendo rememorado algunos lances más o menos trascendentales o anecdóticos, todos aquellos que siguen recordando con animadversión la nueva saga, le den alguna nueva oportunidad que les permita apreciar un sinfín de virtudes que, por desgracia, quedaron sepultadas por un generoso número de errores que será detallado en una posterior ocasión.

Ah, y ahora que el mundo está debatiendo acerca de la compra de LucasFilm por parte de Disney, lejos de infundados juicios de valor a priorísticos, sólo deseo poder rendir un nuevo homenaje dentro de muchos años a las nuevas películas de un universo que hace mucho, mucho tiempo marcaron mi corazón y mi imaginación para siempre.

lunes, 5 de noviembre de 2012

La elegancia del erizo, una coraza de camelias.




Quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren.
(La Elegancia del erizo, Muriel Barbery).


Acabo de terminar de leer La elegancia del erizo de Muriel Barbery (gracias de nuevo por el regalo, M.R.). Hace tiempo que abandoné la manía de primera juventud que hace desconfiar de los bestseller, esa rebeldía teñida de supuesta autenticidad y  rigor que lleva a despreciar una obra por el simple hecho de ser más vendida o popular.

Aún así, cada vez que abro un libro, escucho un disco o veo una película donde inevitablemente uno de los reclamos que más se vocea es su poder de convocatoria, su elevado número de fieles, no evito torcer de primeras el gesto. Qué se le va a hacer, por mucho que uno trate de madurar, envejecer en pos del equilibrio, los tics adolescentes e ingenuos por intentar ser distinto o desconfiar de las mayorías siguen teniendo su efecto. Con razón o no, no lo sé. Quizá es una forma como otra cualquier de mantenerse alerta ante aquello que nos llega desde fuera.

El caso está en que no tardé en prenderme de su grácil lectura y de su planteamiento. Obviamente estas reflexiones, como algunas veces indico, no están hechas para confeccionar críticas, desarrollar sinopsis o transmitir el mínimo conocimiento enciclopédico; serían tareas absurdas, infundadas  y con resultados mediocres e incompletos: esto son pequeños homenajes a determinadas obras o momentos que enriquecen mi vida aportándome visiones o sensaciones que ayuden a completar circunstancialmente el embudo que soy.

La elegancia del erizo, además, bien podría ser una novela- blog en sí misma, una recopilación de pensamientos, de apreciaciones que se van sucediendo intermitentemente entre su dos protagonistas : una sensible y culta portera viuda cincuentona y una niña de doce años superdotada que vive su particular aislamiento adolescente en el seno de una familia acomodada del mundo político.

Ambas viven en el mismo edificio, el número 7 de la calle Grenolle, una suerte de retablo por el que desfilan diversos monstruos humanos de distinta catadura moral, intelectual y social, marco de fondo que juega a las formas de lo que sería, por poner un ejemplo, el vecindario de la película de Delicatessen sin forzar tanto el histrionismo y la atmósfera malsana que logra Jeunet en el film.

Lo verdaderamente interesante de la novela es el paralelismo antitético que ambas trazan para sobrevivir a un mundo que inevitablemente les es hostil.

En el caso de Renée, la portera, es fascinante el refugio intransferible que se ha creado por sí misma.En él ha desarrollado unas dotes asombrosas para apreciar el arte y el sentido metafísico de la vida; una mujer con un mundo interior exuberante que, sin embargo, debe mantener en celo al estar determinada su existencia por el condicionamiento social en el que se crió al tener un origen humilde que nunca le ha permitido ir más allá de llevar una existencia en apariencia miserable trabajando como portera en un edificio de una zona pudiente de París y siendo esclava de los convencionalismos sociales que desde fuera condenan a una persona de sus características.

Pobre, poco agraciada, sin posibilidades y con el cruel añadido del dolor que todo ello produce en una persona enormemente inteligente, fragua de forma autodidacta un yo maravillosamente florido que debe ocultar para mantener su estatus de persona condenada a la mediocridad, salvo por las curiosas circunstancias y personajes capaces de descubrir tras esa coraza el magma de inquietud, humanidad y amplitud existencial que convergen en ella.

Como contrapunto a una vida construida bajo un búnker en el que resguardar las claves para sobrevivir a un entorno adverso, se encuentra Paloma, la hija menor de un político que se muestra incapaz de encontrar la más mínima dicha en una casa donde el convencionalismo, la neurastenia y la apariencia de tono amable lo copan todo. Su capacidad de ser tan consciente de la gran farsa que le rodea le lleva a elaborar un diario de ideas profundas y movimientos del mundo como balsa de escape para encontrar -o dejar de buscar, según se mire- sentido a la existencia. Para ello, articula certeros dardos ácidos con los que cuestionar tantas cosas como, por otro lado, encontrar pequeños asideros para seguir viviendo. Su encuentro con Renèe sera fundamental para comprender ella misma el constructo que su tierna y lúcida cabeza pergeñaba.


Muriel Barbery, la autora, evidencia su labor como profesora de filosofía a lo largo de la obra construyendo un pequeño compendio de reflexiones acerca del propio sentido del desarrollo filosófico universal, del valor del arte como medio para alcanzar la eternidad y trascender, de la armonía del pensamiento oriental en contraposición al carácter beligerante e invasivo del occidental, de tics infectos modernos como, por ejemplo, el de los ricos que visten como pobres de diseño para simpatizar con el mundo vulgar que les rodea, etc.

Parafraseando a mi gran amigo B., diré que en La elegancia del erizo lo que verdaderamente importa es el viaje, el trayecto, lejos de finales o planteamientos más o menos conseguidos o epatantes.

Un viaje que se justifica para el lector y la autora en un afán: la búsqueda de la belleza como recurso para trascender al fagocitador gris que nos rodea.