jueves, 20 de septiembre de 2012

La belleza herida: Sigur Rós en el DCode de Madrid


(Publicado originariamente para Muzikalia; Foto de Iñaki Espejo)


Era la quinta vez que me encontraba a Sigur Rós en directo. El temor, como las veces que les he visto en el entorno de un festival, se apoderaba de mí la heterogeneidad de la propuesta de DCode, o mejor dicho, la absoluta diferencia estilística y emocional que pudiera tener la banda islandesa con el resto de propuestas, era tan abismal que el miedo a estar rodeado de gente que no entendiera nada o irrespetuosos se apoderó de mí.

Afortunadamente, el núcleo de fans de Sigur Rós era poderoso en primeras filas y un respeto absoluto se apoderó del ambiente.

La puesta en escena era somera y minimalista, con proyecciones difuminadas y un conjunto de bombillas  que latían a ritmos lentos sustentadas desde el suelo.

De primeras, ya nos dimos cuenta que iban acompañados de sección de cuerda y viento, lo que presumía un concierto expansivo, como así fue, alejado todavía -habrá futura gira en febrero y marzo más centrada en su reciente lanzamiento- de la huída hacia dentro, del repliegue emocional y exigente del infranqueable y demoledor Valtari (12), un tratado de drones, ambient y esencia primigenia de la banda maravilloso con el que buscan huir de la imagen que, equivocadamente, les hacía estar cada vez más cerca de cortinillas de televisión para creativos con inquietudes musicales.


De hecho, sólo sonó de su nuevo trabajo "Varúð", su tema menos exigente y más ortodoxamente asociable a la banda.

Llamó poderosamente la atención igualmente la ausencia de su barbudo teclista Kjartan Sveinsson, que, como declaró hace meses, estaba cansado de girar, sin que esto supusiese una salida de la banda, aunque es preocupante la ausencia, paliada por dos músicos a las teclas, flauta y oboe.

De nuevo, la actitud de Sigur Rós trascendía al entorno y con una solemnidad a prueba de balas evitando cualquier atisbo de facilidad o aceptación masiva -sólo surgió como perla más accesible su inmortal "Hoppípolla"- arrancaron con el dramatismo ardiente de "Í gaer", de su maravilloso doble Hvarf / Heim (07), del que también rescataron la revisión de "Hafsól".

Si por algo será recordado su concierto, será sin duda por la aglutinación de seriedad, tristeza y belleza que irradió su música, siempre esperable, pero que, en esta ocasión, dolía de forma aguda las lágrimas, los recuerdos, los anhelos, las ausencias...pasaban a velocidad de vértigo ante nuestros ojos cerrados mientras sonaban "Svefn-g-englar ",Sæglópur", "Olsen Olsen" o la catártica "Festival" con Jónsi alargando una nota hasta el infinito.

Y, una vez más, asistimos al final con la explosión de "Popplagið", broche de violencia sónica que nos sacudió bien adentro dejándonos exhaustos, tan vapuleados y purificados a la vez, que parecíamos estar naciendo de nuevo. Inmortales.