jueves, 19 de mayo de 2011

Sigur Rós: Radiografía del Sentir

(Publicado originariamente para Muzikalia, a escasos segundos y metros de vivir su concierto más emocionante de cuantos he podido disfrutar, en el FIB 2008).

Oscuridad y una esferas blancas que darían luz de fondo eran el contexto sobre el cual deberían aparecer Sigur Rós en escena. Nervios en mi interior. Esto no es un teatro, ni una sala, es un festival abierto. El temor se apodera de mí. Error. Suenan los primeros compases de "Svefn-g-englar" y floto, abandono mi lugar entre la muchedumbre para entrar en otro mundo, un mundo que los islandeses crean a través de la remembranza de anhelos, recuerdos, pérdidas...en él cada uno entramos con silenciosa devoción en comunión absoluta. Es entonces cuando no te importa que dos lágrimas corran por tu cara, dejas que naturalmente las sensaciones fluyan instintivas.

Siguen por los derroteros de Ágætis byrjun y llegan a Takk con "Glósoli", y las respuestas de nuestro pálpito son las mismas. No son humanos, o quizá yo lo fui y dejé de serlo algún día. Toca ver como responden los temas de Með suð í eyrum við spilum endalaust y,por mucho que no lo crea, crecen aún más:"Við spilum endalaust" e "Inní mér syngur vitleysingur" te dibujan una sonrisa, y te das cuenta que has pasado por las cuatro estaciones de emociones, mientras en tu propia vida necesitas a veces un lustro para hacerlo.

"Festival" con su crescendo sin límite y justo antes "Hoppípolla", engrandecida ad infinitum gracias a sus inseparables Amiina y esa sección de viento tan simpática, ya han demostrado que esto no puede ser sólo arte. Hasta el single "Gobbledigook" que nos hizo fruncir el ceño cobra extraordinario sentido en un acto de comunión celebradísimo con el público, lluvia de papelitos incluída. Paroxismo.

Un bis demoledor con el corte que cierra () nos deja ya sin aliento, nos corta la respiración con esa coda siempre espeluznante. Y el concierto no fue esto, afortunadamente fue mucho más. Esto son sólo unas frases eyaculadas desde un portátil por un paria en su minuto de mediocridad existencial.Afortunadamente la música llega mucho más lejos, a ese mundo del que a veces no querríamos regresar.